
Parral Sapiens
Ricardo Urquidi
“Pero, además, ayudando a los pobres va uno a la segura, porque ya sabe de qué cuando se necesite defender, en este caso la transformación, se cuenta con el apoyo de ellos, no así con sectores de clase media, ni con los de arriba, ni con los medios, ni con la intelectualidad”: Andrés Manuel López Obrador.
Bajo este argumento el ejecutivo federal planeo su estrategia político-social-económica para apalancarse en el poder, la lectura que hace el ejecutivo federal, desgraciadamente es cierta, sin embargo, atrás de ella, se descarna un enorme desprecio hacia los que le dieron el triunfo en el 2018, bajo el lema: “Primero los Pobres”.
Hay en su afirmación un clasismo, un racismo, una humillación intrínseca muy propio del mexicano hacia nuestras etnias, hacia los más desprotegidos en la esfera social…
Con la política de estado de proporcionar programas asistencialistas en efectivo, lo único que se provoca es ahondar más en la conducta de la población de esperar y depender en gran parte de lo que reciba de la asistencia social, aunado a ello en la misma medida de que se aumentó el gasto público en estos programas, se incrementaron los montos para cometer actos de corrupción, el país en contra de los datos oficiales, de pasar de un lugar 35 a nivel país de 180 evaluados en el 2014, ahora ocupamos el 124, no se cuenta con datos de dependencias no gubernamentales el porcentaje que se asigna a los programas asistencialistas y cuanto les llega realmente a los beneficiados.
Los programas implementados por la 4T, no han hecho más que recrudecer los más grandes vicios del sistema político mexicano al más puro, al más grotesco estilo priista: la manipulación de la población con más bajo estándares de cultura, educación, López Obrador y su cinismo, no tan solo los utiliza a su favor en tiempos electorales, en tiempos de crisis, ya los institucionalizó permanentemente, de tal manera que la riqueza financiera del estado mexicano, al desaparecer los fondos, los fideicomisos que existían, ya se los gasto y estamos a la deriva cuando suceda cualquier contingencia económica, social, natural como sucedió con el huracán Otis, ahora la sociedad civil, la clase media, los empresarios, en su mayoría, serán los encargados de reconstruir el tejido social de Acapulco, porque el Gobierno Federal tendrá que utilizar fondos de otros rubros para solucionar la estela de destrucción que dejo Otis.
“Sí, sí, sí, hay un sector de la clase media que siempre ha sido así, muy individualista, que le da la espalda al prójimo, aspiracionista, que lo que quiere es ser como los de arriba y encaramarse lo más que se pueda, sin escrúpulos morales de ninguna índole”: López Obrador
En ese tobogán están los partidos de oposición en vísperas de las elecciones del 2024, los sectores desprotegidos, los polígonos de pobreza, las colonias de la periferia de todo el país, se están frotando las manos para lo que se avecina: despensas, apoyos extraordinarios, efectivo el dia de las elecciones, un festín de recursos públicos, privados para imponer al candidato no de su ideología, con el que se van a seguir haciendo negocios, saqueando al país a costa del erario público.
“No es Sembrando Vida, es sembrando caguamas”: Rosalba Loya (campesina raramuri)
No hay una visión estadista de los candidatos que están en el tablero de la elección del 2024, con ideas nuevas, con frescura de proyectos, que además de darle el sentido natural, social que todo programa para las clases desprotegidas debe tener, proponga que el beneficiario debe devolver ese apoyo con acciones que los saquen de su marasmo social, que motiven el emprendimiento de su localidad, de su talento intelectual, de su cohesión familiar, que los haga sentir parte de un proyecto nacional y no como un botín político que dará su voto y apoyo al que le ofrezca más.
Lo único que nos dan a entender los partidos políticos que ya no son parte de la solución, ahora son parte del problema, siguen obstinados en monopolizar el poder a costa del futuro del país.
